miércoles, 16 de septiembre de 2015

1 de septiembre, Día de la Oración por la creación

GRACIAS, PAPA  FRANCISCO

Doy gracias a Dios por el Papa Francisco y rezo por él.

El Papa nos da siempre muy valiosos elementos para la reflexión y conversión comunitaria y personal. Su nueva encíclica: “Laudato si” – “Alabado seas” mi Señor, que nos habla sobre el cuidado de la casa común, “nuestra hermana madre tierra”, es sin duda alguna un documento de muchísima importancia para nuestra Iglesia y para todo el mundo.

Este año el Papa Francisco nos ha dado también la gran alegría de la beatificación de Mons. Oscar Arnulfo Romero, una beatificación que estuvimos esperando durante tantos años.

Y por supuesto no nos olvidamos de su grata visita a nuestro continente y a nuestro país en julio de este año. Quisiera recordar aquí algunas de sus palabras de su discurso en el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares en Santa Cruz.

Dirigiéndose a los hermanos y hermanas de los movimientos populares presentes, dijo: “Dios escucha el clamor de su pueblo, y yo también quiero unir mi voz a la de ustedes: las famosas “tres T”: tierra, techo y trabajo… Que el clamor de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra.”

Insistió en primera instancia sobre la necesidad de un cambio profundo y positivo. Los graves problemas que enfrentan sobre todo los más pobres en todo el mundo por las múltiples exclusiones e injusticias, y las graves amenazas contra el medio ambiente, tienen un origen común: “esas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global… un sistema que ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza.”

“Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común, la hermana y madre tierra.”

Tenemos que globalizar la esperanza, dijo el Papa. Los protagonistas principales para lograr esta globalización de la esperanza son justamente los pobres que se organizan, los excluidos que miran más allá de su propio barrio y de las fronteras de sus países: “Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas… Y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, cambios nacionales, cambios regionales y cambios mundiales.”

El cambio de las estructuras tiene que “venir acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón… Hay que cambiar el corazón.” Hay que saber sembrar y esperar, porque “la opción es por generar procesos y no por ocupar espacios”. “Ser pueblos que luchan por una significación, por un destino, por vivir con dignidad, por “vivir bien”, dignamente, en ese sentido.”

El Papá nos exhortó a nosotros como Iglesia no estar ajena a estos procesos de cambio y acompañar y promover a los excluidos de todo el mundo.

El Papa mencionó tres tareas. La primera es poner la economía al servicio de los pueblos. “La distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece. El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos.”

La segunda tarea es unir nuestros pueblos en el camino de la paz y la justicia.

“Los pueblos del mundo quieren ser artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados.” El Papa hizo referencia también al gran sueño de la “Patria Grande”. Advirtió contra viejas y nuevas formas de colonialismo.

El Papa pidió perdón por el pecado de la Iglesia durante la colonia: “Y aquí quiero detenerme en un tema importante. Porque alguno podrá decir, con derecho, que, cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia. Les digo, con pesar: se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios.”

Esto gesto de insistir tanto en pedir perdón, tomamos como una clara invitación para anunciar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo siempre con respeto y en diálogo con los que piensan de manera distinta o tienen otra fe, cosmovisión o filosofía.

Como tercera tarea el Papa habló nuevamente sobre la urgencia de defender la madre tierra: “La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave.”

El Papa terminó su discurso diciendo:
“Y una cosa importante: la esperanza no defrauda. Y, por favor, les pido que recen por mí. Y si alguno de ustedes no puede rezar, con todo respeto le pido que me piense bien y me mande buena onda. Gracias.”

Gerardo Van Den Berge

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